Ariel Torres |
Unity, la interfaz que dividió al mundo Linux
Aunque hay unos cuantos cambios importantes debajo del capot, la nueva versión de Ubuntu Linux, que salió en abril y por lo tanto lleva el número 11.04, impacta primero que nada por Unity, su nueva interfaz. Nueva y polémica, hay que decir.
Personalmente, la primera impresión que tuve fue muy negativa. Una barra de íconos a la izquierda (llamada Launcher ) que no me resultaba adecuada al tamaño de la pantalla de mi netbook y que, para colmo, no podía moverse a otras posiciones. Todo lo contrario del estilo Linux, donde uno puede cambiar lo que quiera cuando quiera.
Pero había dos refutaciones para esta primera impresión. Primero, que nadie me obliga a usar Unity (puedo elegir la interfaz clásica al iniciar la sesión) ni mucho menos Ubuntu es la única opción (puedo usar Debian, Mandriva, Fedora o cualquier otro), con lo que el espíritu de este sistema operativo de software libre sigue intacto; al revés que con Windows o Mac OS X, hay un número enorme de opciones.
Segundo, Mark Shuttleworth, fundador de Canonical, la empresa detrás de Ubuntu, es un sujeto muy inteligente como para haber apostado a Unity sin pensárselo dos veces y sin una buena razón.
Glass onion
Para entender qué es Unity hay que echarle un vistazo a la nada sencilla arquitectura de ventanas de Linux, que muy grosso modo está constituida por tres partes: el servidor X Window -o X a secas-, el entorno de Escritorio (Gnome o KDE, típicamente) y la interfaz gráfica propiamente dicha o shell .
En rigor, y como me explicaba Marcelo Fernández, miembro de la comunidad UbuntuAr: "El Proyecto Gnome desarrolla un sistema (también llamado Gnome) con muchos componentes o módulos de software interrelacionados, donde uno es el shell o, para decirlo de manera diferente, la capa de software que organiza las ventanas y muestra los elementos del Escritorio en sí (barra, menú, menús del sistema, íconos en el Escritorio, y así). Es una de las capas superiores de la cebolla, por ponerlo en forma más descriptiva".
Esta separación de componentes hace que Linux sea muy maleable en su aspecto. Por debajo siempre está X, pero es posible elegir entre Gnome o KDE, o echar mano de los muchos administradores de ventanas que existen para X, y hasta elegir entre diversos shell para un mismo entorno de Escritorio.
Sí, ya sé, es complicadito, pero así nos gusta, en general, a los que estamos en tecnología. Si es tuneable, está bueno.
Pero Ubuntu ha tenido la enorme virtud de simplificar esto para los usuarios que no tienen ganas ni tiempo de tunear todo. Por eso viene con un cierto entorno de Escritorio predeterminado, Gnome (
www.gnome.org ). Sin preguntas raras. Sin jerga. Sin historias.
Oh, bueno, eso era así hasta la versión 11.04. Ahora Ubuntu sigue usando Gnome como entorno de Escritorio, pero la interfaz tradicional fue reemplazada por Unity, diseñada por Canonical.
Era hora
Unity es un paso atrás respecto de Gnome; al menos, respecto de Gnome 2, la versión por la que todavía puede optarse al iniciar sesión. Pero tengo la impresión de que es un paso atrás para luego avanzar a grandes zancadas, que es precisamente lo que Canonical le criticaba a Gnome, que estuviera estancado. Diré más. Gnome tuvo tiempo de sobra para crear una gran experiencia de usuario con su shell . Hace muchos años que lo uso, y nunca lo logró. Al principio era genial, pero su interfaz nunca dejó de ser rudimentaria, muchas veces lenta, inestable y con una estética errática; al principio aceptábamos estas limitaciones, pero tras más de una década (la primera versión pública es de 1999) hay que admitir que fracasaron en ofrecer una experiencia de usuario satisfactoria. No me asombra que la paciencia de Canonical se terminara por agotar.
Todavía tengo que probar Gnome 3, que incluye una serie de cambios profundos y de aspecto. Pero uno de los argumentos de Canonical para no incluirlo en el 11.04 es que está inmaduro. "En Natty (el nombre de fantasía de la versión 11.04) no se incluye el Gnome 3 porque el cambio de arquitectura estaba demasiado verde para sentirnos tranquilos de su estabilidad", me escribió John Lenton, Senior Engineering Manager de los servicios online de Canonical, que además me hizo saber que Unity no es algo nuevo, en rigor. "Canonical viene desarrollando el mismo concepto del shell hace mucho -escribió por mail-. Antes se llamaba Ubuntu Netbook Remix Launcher, y era el entorno predeterminado en la versión de Ubuntu para netbooks. Ahora el mismo concepto lleva el nombre de Unity porque es un entorno unificado, que toma cosas del Netbook Remix Launcher y del Escritorio tradicional".
Así que me parecen absurdas las críticas feroces que le han hecho a Unity, que ya ha hecho más que todas las otras interfaces (salvo una) por repensar, replantear, buscarle una vuelta de tuerca a la usabilidad y la experiencia de usuario.
Sólo Window Maker y Unity han hecho propuestas diferentes en este sentido; los demás, mal o bien, copian a Windows y a Mac. Se me dirá que no es posible innovar. Falso. En interfaces siempre se puede innovar. Y si no, miren una iPad.
Window Maker (que también usé durante muchos años en equipos con hardware limitado por su muy bajo uso de RAM) es un clon de la interfaz de NextSTEP. Despojada, sencilla, muy práctica y muy veloz. Lamentablemente, no era una idea original, la habían diseñado para las cajas negras de Steve Jobs muchos años atrás.
Hasta donde recuerdo, aunque podría haber alguna excepción, sólo Unity introdujo algo que no es ni la barra de tareas de Windows, ni el dock de Apple, ni el menú raíz de NextSTEP, ni ninguna de las otras cosas que han hecho antes Microsoft y Apple. Así que pienso darle a Unity una oportunidad.
Trucos y consejos
Eso hice cuando reinicié la netbook con un Ubuntu actualizado a la versión 11.04. De entrada no me gustó Unity, como dije, pero le iba a encontrar la vuelta para sacarlo bueno.
Antes que nada tenía que descubrir cómo reducir el tamaño de los íconos de la barra lateral. Luego de revisar un poco, sintiéndome algo desorientado, descubrí que Unity aparece como una extensión de Compiz , el gestor de composición de ventanas (vulgo: el software que dibuja el Escritorio y las ventanas) de Ubuntu. (Gnome usa otro, llamado Mutter .)
Así que hice clic en el ícono de Ubuntu arriba a la izquierda y se abrió la caja de búsqueda. En esto, Unity es igual a Windows 7. Escribí compiz y apareció lo que buscaba: el Administrador de Opciones CompizConfig . Le di un clic y luego elegí la categoría Escritorio en la columna de la izquierda, hice clic en Ubuntu Unity Plugin y encontré lo que necesitaba en la pestaña Experimental . Cambié el tamaño de los íconos moviendo el deslizador de Launcher icon size de 48 (el predeterminado) a 32 (el mínimo posible) y volví al Escritorio apretando dos veces Escape .
Ahora la barra se ajustaba mucho mejor a la altura de la pantalla de mi netbook. Hice lo mismo, sin embargo, también en una desktop con una pantalla de 22 pulgadas y alta resolución. Aunque al principio me había resistido, la verdad era que Unity había encontrado una forma limpia y clara de lanzar las aplicaciones más frecuentes sin apelar al dock ni al atiborrado menú Inicio .
En algún momento apreté la tecla de Windows (la que está entre Ctrl y Alt ), que en Linux se llamaSuper , y aparecieron unos numeritos en los primeros diez íconos de la barra. Exacto, adivinó: combinando esa tecla con el número correspondiente arrancaba la aplicación o iba a mi carpeta personal y así. ¡Nada mal!
Me pasé un rato tratando de aceptar si realmente el menú de aplicaciones había desaparecido. Y sí, ya no estaba por ningún lado. ¿Y sabe qué? Es una buena noticia.
Porque, ¿cuántas veces usábamos ese dichoso menú? Pocas. En general, y lo mismo que hacemos en Windows, terminamos poniendo un lanzador o una barra de herramientas con los programas que empleamos más a menudo. Así que no voy a extrañar el superpoblado menú Inicio. En su lugar, como dije, hay, arriba y a la izquierda, un botón con el logo de Ubuntu que abre un buscador, al que Canonical llama Dash . Como dije, es la misma idea que el buscador de Windows 7, aunque a mi juicio es más claro y anda más rápido y reúne las tareas principales. Todavía no es perfecto, los íconos están un poco grandes y demás, pero insisto con que es una versión 1.0. Y resuelve.
Por ejemplo, escribí 3D y casi de inmediato apareció el Blender, que era mi target. Puse write y apareció el procesador de palabras de LibreOffice . Sin embargo, falló cuando intenté conspreadsheet y hoja de cálculo .
Pero ahí descubrí que el menú Inicio de ninguna manera ha desaparecido, sólo está un poco escondido, y el resultado es de nuevo eficiente. ¿Dónde fue a parar Inicio? Hay que abrir el Dash(tecla Super ) y hacer clic en Más aplicaciones . A la derecha de la caja de búsqueda hay una etiqueta que dice Todas las aplicaciones . Un clic ahí y se despliega el viejo, no muy querido y engorroso menú Inicio.
¿Por qué digo que la decisión es buena? Porque algo que usamos muy de vez en cuando es mejor que esté a un par de clics, en lugar de andar siempre en primer plano. El Dash , además, muestra automáticamente las aplicaciones más usadas, de modo que esta nueva forma de llegar hasta los programas me pareció muy buena. Debe mejorar, pero, como adelanté, es un avance luego de diez años de hacer lo mismo que Windows y Mac. Por otro lado, los atajos de teclado que había creado para arrancar programas en las versiones anteriores fueron respetados. Excepto cuatro: los que usaba para cambiar de Escritorio. Y ahora los iba a necesitar más que nunca.
Atajos
Como Unity reemplaza uno de los componentes de Gnome puede entrar en conflicto con los otros. Eso hizo que TweetDeck se llevara a las piñas, cuando no estaba maximizado, con la barra superior de Unity. Al final, tuve que optar por usar la aplicación siempre maximizada. Sin barra de tareas y con el Launcher escondiéndose automáticamente, estaba perdiendo un poco de conciencia de entorno, así que decidí usar sólo una aplicación por cada Escritorio. Claro que mi tecla para cambiar al Escritorio 1, 2, 3, 4 o 5 era la combinación de Super con el número correspondiente.
De entrada me hice bastante lío arrancando el Firefox en lugar de ir al Escritorio 2 o abriendo mi carpeta personal en lugar del volver al Escritorio 1. Bueno, todo era cuestión de cambiar las teclas que usaba para ir a cada Escritorio o, como decidí hacer para mantener los mismos atajos en todas mis máquinas con y sin Linux, modificar la tecla para acceder a las aplicaciones del lanzador de Unity.
En un par de días, dedicándole un rato y no mucho más, me había habituado a la nueva interfaz. La pantalla se mantiene más libre sin la presencia de una barra de tareas o un dock, y el Launchercombina las funciones de ambos componentes de una manera consistente.
Sí, todavía se pelea con algunos componentes de Gnome y la barra superior puede quedarse como colgada mostrando el nombre de una aplicación que ya minimizamos. Además, en varias ocasiones tuve que cerrar programas por medio de Alt+F4 porque no estaba disponible ningún botón o menú para hacerlo con el mouse.
Pero luego de un arranque nada promisorio, la nueva cara de Ubuntu me resulta mejor que la clásica. Los bugs se irán corrigiendo con el tiempo. Le doy la bienvenida y tengo la clara impresión de que es una buena noticia para los usuarios no expertos. Y a fin de cuentas de eso se trata Ubuntu.